El sombrero
Recuerdo que mi abuelo al volver cansado de trabajar, en la parcela de la familia, se quitaba el sombreo recién llegaba y lo sostenía entre sus manos arrugadas y callosas mientras se sentaba en su equipal de palma.
Muchas veces, cuando niño, quise preguntarle el por qué de su amistad con ese objeto, pero no fue sino hasta que me volví adulto y él viejo que atinó a darme una respuesta: El sombrero cubre y protege el pensamiento, por lo tanto es un símbolo sagrado – me dijo con su sonrisa ya sin dientes -.
El sombrero es una de las artesanías más populares de nuestro país y una prenda de vestir imprescindible para el mexicano. Su copa cubre nuestras cabezas y nos protege del viento, del polvo y de las inclemencias del clima. Dicen que cambiarse de sombrero es como cambiar de ideas.
¿Quién no recuerda a Pedro Infante, Jorge Negrete, Vicente Fernández, Javier Solís, José Alfredo Jiménez o Chavela Vargas y tantos grandes cantantes de nuestra música que utilizan el típico sombrero de charro en sus interpretaciones?
Pero hay una gran variedad de sombreros, según la región en que se encuentren son más grandes o más pequeños y se elaboran con todo tipo de materiales, hay sombreros de paja de trigo, de avena, de cebada, de piel y de tela.
En Hidalgo, el sombrero llamado “de vuelta a vuelta”. En Michoacán los sombreros de “petate”. En Tabasco el famoso sombrero “chontal”. En Veracruz, el “de palma”, y así cada uno de los estados de nuestro país tiene uno característico.
No olvidemos el Jarabe Tapatío, que es precisamente la danza del sombrero mexicano, ya que el hombre lo tira en el suelo delante de una mujer y si ella lo acepta, baila en su ala ancha o alrededor del mismo.
Y basta con decir que los mexicanos no admiramos y respetamos algo… “nos quitamos el sombrero”.