Las pitayas
Para la familia Garcia Díaz, su día comienza a las 6:00 am cuando se despiertan para dirigirse a cosechar a su pitayera ubicada en el municipio de Amacueca, al sur del estado de Jalisco. 300, es la cantidad de pitayas que cortan y pelan cada mañana para después comercializarlas.
En este pequeño lugar, se dan cuatro colores de esta fruta. Las moradas, características del lugar, son las más dulces, mientras que las blancas, amarillas y rojas suelen ser más acidas.
El proceso para cosechar las pitayas se divide en dos: Don José García se encarga del más complicado de ellos, cortar el fruto y Doña María Guadalupe Díaz, en ocasiones con la ayuda de su hijo o hermano, se encarga de pelar la pitaya
Él tiene 45 años en la pitayada. Recuerda que desde pequeño acompañaba a su padre. La cosecha es todo un arte que se va heredando como conocimiento popular de generación en generación.
Los órganos alcanzan alturas hasta de 15 metros. Las pitayas se deben de cortar sin maltratarlas, sin que se aguaden y con el simple tacto el cortador sabe si está o no madura.
Ella, cuenta que los pinchazos son muy comunes y que diariamente con una aguja tiene que retirar las espinas que se quiebran dejando una parte dentro de su dedo o su mano.
El proceso para limpiar la pitaya consiste en retirar todas las espinas que la cubren. No es nada sencillo dejar al fruto limpio. "Más vale maña."
La producción de pitayas comienza a mediados del mes de abril y termina dos meses después, a mediados de junio. El ciclo de cosecha termina con la llegada de las lluvias, los órganos son un producto que no necesita agua y las frutas maduras se ven afectadas.
Para el productor es pesado cosechar y vender, por lo que en la mayoría de las ocasiones las familias que se dedican a pitayar los venden a intermediarios que las comercializan.
Al comienzo del ciclo, a los García Díaz les pagan $5.00 por pieza, pero en la época de privanza, que es la de mayor producción, el precio es de $1.00 por pitaya.